miércoles, 23 de febrero de 2011

ANÓNIMO : UNA MUJER EN BERLÍN



Tal vez no sea casualidad que un libro tan extraordinario como Una mujer en Berlín estuviera marcado por un destino fuera de lo corriente. Nunca sabremos si, al escribirlo, la autora tenía en mente su posterior publicación. Los «garabatos íntimos» que realizó entre abril y junio de 1945 en tres cuadernos de notas (y algunos trozos de papel añadidos con precipitación) la ayudaron, más que nada, a mantener un vestigio de cordura en un mundo de devastación y crisis de los valores morales. Se trata, literalmente, de «memorias del subsuelo», escritas en un refugio antiaéreo que también debía ofrecer protección contra el fuego de artillería, el pillaje y las agresiones sexuales del victorioso ejército rojo. Todo aquello de lo que disponía era un trozo de lápiz, y debía trabajar a la luz de las velas, puesto que Berlín se encontraba sin suministro eléctrico. Refugiada en un sótano, su capacidad de percepción se encontraba seriamente limitada por la total suspensión de los medios informativos. A falta de periódicos, radio y teléfono, los rumores eran la única fuente de noticias del mundo exterior. Hasta pasados unos meses, cuando ya una apariencia de normalidad había vuelto a la ciudad devastada, no pudo copiar y corregir sus «121 páginas en el papel grisáceo de la guerra». Como responsable de la reedición de este texto tras cuarenta años de permanencia en el olvido, me siento obligado a respetar el deseo de la autora de permanecer en el anonimato. Por otro lado, desearía presentar los hechos que avalan la autenticidad de su testimonio. En el mundo actual de los medios de comunicación, donde abundan toda clase de trucos, esto acaba siendo una necesidad.

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viernes, 18 de febrero de 2011

UNTIL THE LIGHT TAKE US !!!!


Gran documental hecho en Noruega ... donde se narra muchos de los acontecimientos suscitados en dicho país a principios de los 90... Esta es una clara evidencia de que el Black Metal en su esencia es totalmente NS . Seguramente hemos de resivir muchos insultos por la izquierda absurda que refuta esto .. pero este documental es dedicado  para todos los camaradas Black Metal Nacionalsocialistas ....

Con declaraciones de : Varg Virkenes, Hell Hammer, Faust, Ferniz, Frost y Ulver 

QUE MAS PRUEBA QUE ESTO!!!!  Y AUN ASÍ DICEN QUE NO ...

SIEG HEIL 88!! 

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miércoles, 9 de febrero de 2011

NACIONALSOCIALISMO HISTORIA Y MITOS

1- La antigua Thule de los Orígenes.
Como ya hemos visto, los mitos de la antigüedad, guardan memoria de una antigua tierra mágica que explicaba el origen de la humanidad y de la antigua civilización de la Thule legendaria, Patria original de los arios. En el Tíbet, antes de ser invadido y destruido por los comunistas chinos, en los templos, eran guardados con celo viejos manuscritos que se referían a ese pasado hoy premeditadamente ignorado por quienes manejan el mundo.
Según este conocimiento al que se refieren los textos de los arios indos, el continente Ártico, hace milenios, era un lugar de clima templado y con una naturaleza generosa. Esta tierra, denominada Thule, fue habitada por una civilización superior, una civilización que participaba del conocimiento trascendente o espiritual, el honor y la lealtad, y formada por los arios originales, seres venidos de las estrellas, semidivinos y de rasgos raciales puros. Estos habitantes se llamaban "ariyas", de donde proviene la palabra "ario", que viene a decir "nacido dos veces" o "iluminado". La Patria de esta estirpe estaba aislada del mundo por el inmenso océano boreal. Gracias a esta separación, la pureza racial no estaba amenazada y podían vivir en armonía. Pero tras una serie de cambios climáticos debidos a un cataclismo planetario, aquella eterna primavera dio paso a un clima frío e inhabitable, con lo que los arios primitivos hubieron de emigrar hacia regiones más al sur. Así, los arios emigrarían hacia diversas regiones situadas al norte del continente euroasiático, fundando la legendaria civilización del Gobi, en el Asia y migrando también hacia Escandinavia. Los innumerables restos de fauna congelada en las islas árticas hoy inhabitables, como la isla de Vrangelja (Vrangel), al norte de Siberia, en pleno Océano Ártico, así como los yacimientos de carbón de las islas árticas como Spitsberg (Noruega), son la demostración de que en otro tiempo aquellas tierras árticas, hoy inhabitales, fueron lugares de naturaleza exuberante. De esta manera, la Patria original de los arios sería sepultada por los hielos polares.
En su libro "Nos. Libro de la resurrección", el escritor y exdiplomático chileno Miguel Serrano, apunta sobre el origen de los arios diciendo que el Génesis es un relato atlante adulterado y que se halla más cerca de lo acaecido lo que Platón nos dice en su Critias y en el Timeo. Serrano nos dice que "Al principio, un hombre surgió de la tierra. Se llamaba Evénor y desposó a Leucippe. Tuvieron una hija, Clito. De ella se "enamoró" Poseidón". Miguel Serrano continua diciendo que estos ángeles que cohabitaron con las "hijas de los hombres" o las surgidas de la tierra, al "enamorarse", al cruzarse con las hijas de los hombres, engendraron los héroes semidivinos, no inmortales ya. "En verdad, los dioses griegos son los héroes y reyes de la Atlántida-Hiperbórea. Poseidón y Clito dan a luz las cinco parejas de gemelos de los diez reyes de la Atlántida. Los Dioscuros, Castor y Pollux (Polo) son una de estas parejas. También lo sería Jasón. Por lo menos es un rey del Gral, como Heracles-Hércules". Miguel Serrano apunta que el gemelo en cada una de las 5 parejas de reyes gemelos de la Atlántida, en lugar de una entidad material sea en verdad el "doble" divino de un mismo "semidivino" en un mundo astral, paralelo, y continúa diciendo que "se desprende de todo esto que existen varias humanidades. La humanidad divina de los hiperbóreos, la semidivina de los héroes descendientes de los divinos mezclados y la de los animales-hombre, los sudra, los pasu, los esclavos de la Atlántida, tal vez los robots de la Atlántida que de algún modo sobrevivieron a su hundimiento. Platón nos cuenta la destrucción de la Atlántida, debiendo referirse a una catástrofe acaecida con mucha posterioridad a la inmensa tragedia de la que sólo hay memoria en el registro akásico del universo. De aquella no se salvan más que los divinos hiperbóreos en sus vimanas o "discos volantes", yendo a otros astros. (¿a Venus, la estrella matutina?). El eje de la tierra se desvía, nacen las estaciones, involuciona la Segunda Tierra. La Primera Tierra pasa a ser la Tierra Interior, "hueca". Cuando los divinos retornan, tras edades (Lucifer es uno de sus jefes) encuentran todo cambiado. En la superficie hay seres extraños irreconocibles (Evénor, Leucippe, Clito?)". Entonces, según lo que decíamos más arriba, algunos divinos se mezclan o se cruzan con las hijas de los hombres, no sabemos con qué fin, aunque podemos pensar que la intención era ayudar a la humanidad y transferirle "fuego de los dioses" (que Prometeo entregara a los hombres), esto es, su sangre divina, y Lucifer y sus huestes entran en la Tierra Hueca, donde edificarán las ciudades de Agartha y Shamballah. También los Edda se refieren al mismo asunto del Libro de Enoc y del Mahabharata, presentando a los Vanes y los Ases como extraterrestres. Son los ángeles del Libro de Enoc que enseñan a los hombres la ciencia, el arte y la civilización. Los escritos antiguos nos hablan de un conflicto bélico legendario entre parientes de la misma sangre, los Ases y los Vanes, o los Pandavas y los Koravas de la Guerra del Mahabharata. Los Ases provienen del Cáucaso, tal vez descendidos del monte sagrado Elbruz, y son guiados por Odín-Wotan con su hacha mágica. Los Vanes se hallan al norte. Atlas o Irmín sería un Vanes. De la unión de Ases y Vanes vendrían los germanos que guardan en su sangre la memoria de los ancestros hiperbóreos. Eurípides se refería a Hiperbórea como el País del Ámbar (Sur de Escandinavia y región báltica), región situada al norte, de donde provendrían los arios. Así mismo, según Miguel Serrano, los Tuathas de Dannan de la leyenda irlandesa, son los mismos que los germanos identifican como los Ases, esto es, los extraterrestres descendidos de los astros.

2- Las Migraciones Arias.
Los filósofos e investigadores nacional socialistas, entendían que los arios tenían como símbolo de identificación la esvástica, signo del sol de la Patria nórdica donde el sol no se pondría durante 3 meses al año. La esvástica de los arios sería marcada e inscrita allá por donde pasaran en su marcha a través del mundo, lo cual , según Alfred Rosenberg "demuestra que las partes más diversas del mundo antiguo fueron colonizadas por la raza nórdica".
Según esto, los arios, en tanto que se alejaban de su lugar de origen, iban llevando su civilización a las diversas partes del mundo, instalándose y levantando imperios y culturas, pero la consecuencia de esto era la pérdida de la pureza racial original, al mezclarse con las razas "hombre-animal" que hallaban y se les agregaban en las regiones meridionales. Los primeros arios tras la desaparición de la Hiperbórea polar, los hiperbóreos que se salvan de la catástrofe, emigran con la esvástica dextrógira, en dirección del Gobi, tierra verde, de grandes bosques, en aquel entonces, y allí fundan una gran civilización, cuyos restos aún podrían encontrarse bajo las estepas y las arenas de los desiertos del Asia central. Esta civilización también desaparece, quizás por una explosión atómica. A esta catástrofe se estaría refiriendo la historia bíblica de la mujer de Lot y la Estatua de Sal. Según el profesor Hermann Wirth, la gran emigración del Gobi, de los pueblos Aryo-Godos que logran salvarse de la catástrofe que ha transformado en un árido desierto a esas regiones (actual desierto del Gobi, entre China y Mongolia), ha sido robada y falseada por los judíos, que fueron una tribu o casta de parias o sudras, de esclavos, que se mantenía parasintando en la periferia de ese éxodo. Se apropian así los judíos del mito y la leyenda (las 12 Tribus, "los Cuarenta Años de peregrinación en el Desierto", etcétera) traspolando los acontecimientos a los desiertos del Sinaí y tierras de Palestina, donde al final arriban, como una tribu de parias o esclavos indeseables. Miguel Serrano nos dice que el manuscrito que explica esta historia puede conservarse en una sinagoga o en los mismos subterráneos del Vaticano. De aquella antigua migración aria en Asia aún perduran leyendas y conocimientos secretos como los que anteriormente nos referíamos a los templos del Tíbet anterior a la invasión comunista. Los arios que más cerca permanecieron de su lugar de origen, tras la última glaciación, fueron aquellos que se establecieran en Escandinavia. Así, su pureza perduró allí con mucha más firmeza que en el resto de los lugares que los arios colonizaran. Esta patria nórdica posterior a la pérdida de Hiperbórea, Escandinavia, será el origen de las últimas migraciones de arios hacia regiones más meridionales de Europa y Asia cercana. Así, desde Escandinavia, migrarán los descendientes de los arios que vendrán a civilizar Troya, el Hélade y posteriormente Alba Longa, los creadores del Imperio de Roma.
Los fundadores de las civilizaciones del Asia eran gente de raza aria. Un ejemplo es Irán ("Arián"), que toma su nombre de sus antiguos conquistadores originales. Hasta 1979, el Shah era el "Señor de los Arios". No es necesario aclarar el origen de la civilización de la India, la cual es fundada y civilizada por los arios provenientes del norte. También se sabe que hacia el Siglo I D.C. el noroeste de China era habitado por gente de raza blanca o "caucásica" que hablaba un idioma llamado tochario. A principios del siglo XX, arqueólogos alemanes y franceses que excavaron en las provincias del noroeste chino descubrieron los grandes parecidos entre esta lengua supuestamente aislada y los idiomas germánicos y celtas. Recientes excavaciones en la provincia de Xinjiang han descubierto cuerpos momificados de gente que vivió hace entre 4000 y 2400 años. Los cuerpos habían sido preservados increiblemente bien y de acuerdo al New York Times, "…los arqueólogos apenas podían creer lo que veían…". Las momias tenían narices largas al igual que los cráneos, pelo rubio o rojizo, labios finos y otros rasgos inconfundiblemente arios. Una momia de una joven adolescente de pelo rubio y ojos azules se ha convertido en una atracción para turistas. Aparentemente era una princesa de hace unos 3.000 años ya que fue envuelta en ropas bordadas de lana y cuero junto con bellas joyas, jarros y ornamentos de oro, plata y jade. El Dr. Víctor H. Mair de la Universidad de Pensilvania dijo: "Debido a que los cuerpos encontrados son sin duda de la familia indoeuropea y porque datan de un periodo lo suficientemente antiguo como para tener relación con la expansión de los indoeuropeos desde su lugar de origen, jugarán un papel crucial en la determinación del mismo (el lugar de origen)".
Hacia el año 1167, nace de la tribu de los Kiyad un niño que será llamado Temujin, en el ámbito geográfico por donde discurre el río Onon, al nordeste de Ulaan Baatar (capital de Mongolia), esto es, en el extremo oriente de Asia, justo al norte de China. Su tribu provenía de una unión entre turcos e iranios y, en contra de lo que pueda parecer, no eran parientes ni de lejos de los chinos, sus ancestrales enemigos. Temujin era de pelo rojizo, tez blanca, de raza blanca y ojos verdes grisáceos. En 1206, tras años de duras y sangrientas batallas fraticidas, Temujin y sus hombres salieron victoriosos. El siglo XIII había hecho acto de presencia y era el momento propicio para que todos asumieran los designios de un gran Khan. De esta forma, en 1206 fue convocada la "kurultai" o asamblea de notables mongoles. En ella abandonó su nombre Temujin para asumir el de Gengis Khan, fundador del imperio más extenso de la historia. Esto demuestra la presencia de la raza blanca en número importante hasta en el extremo oriente de Asia, especialmente a la cabeza de las grandes civilizaciones. En la actualidad, los ainus, pueblo de raza blanca, aún permanecen en varios miles de individuos en las islas de Yeso (Japón), mitad Sur de Sajalín y algunas de las Kuriles (Rusia), en el Pacífico. Los ainus habitaban las actuales islas del Japón antes que los mongoloides. De hecho, en la raza del Japón actual, aún pueden apreciarse rasgos raciales de este pasado.
De acuerdo con la cosmovisión del nacionalsocialimo, Hitler afirma que "el ario es el Prometeo de la humanidad", habiendo llevado la civilización hasta los lugares más remotos de la Tierra, desde Europa hasta el Asia, África o la misma América de los tiempos "pre-colombinos". Todavía hoy en día, podemos ver esculpido el rostro del ario en lugares tan remotos como las estatuas megalíticas de la isla de Pascua. En la misma África, las ruinas de "Zimbawe", construcciones de piedra que nunca construyeron los negros, fueron edificadas por gentes, de las cuales ya se ha perdido la memoria. En Norteamérica, hallamos también numerosos restos de la presencia de arios, como entre los indios Mandan, en Missouri, los megalitos de estilo celta y torres redondas en Nueva Inglaterra, las ruinas vikingas en L’anse Aux Meadow (Newfoundland), las inscripciones rúnicas en Dighton Rock, Conecticut y en Minesotta.
En todo el área de Centro y Sudamérica, hallamos leyendas referentes a "dioses blancos" a las que ya nos hemos referido en el primer capítulo, leyendas que tienen un fundamento real y basado en hechos históricos positivos. Y es que la presencia de hombres de raza blanca en América con anterioridad a la llegada de los españoles está documentada en las mismas crónicas de los conquistadores españoles, quienes se encontraron en su "descubrimiento" con individuos y pueblos enteros de raza blanca, y es aún observable en diversas regiones "indígenas", como por ejemplo, en la región andina peruana de Chachapoyas. En esta región montañosa situada en las fuentes del Amazonas, sobre la enorme selva americana, a más de 2.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, libre ya de los terribles calores y mosquitos tropicales, en un ambiente fresco y verde, en la actualidad existen aún lo que se conocen como "gringoitos", personas de rasgos europeos, cabellos rubios, que no provienen de colonos europeos, sino que su presencia en la región está documentada como anterior a la conquista española. Ya los conquistadores españoles hicieron mención en sus crónicas a estos blancos de Chachapoyas, y especialmente a la belleza de sus mujeres, y en una crónica se cita el nacimiento de un niño que se consideró como hijo de los dioses, por ser tan rubio y tan blanco que aun era difícil encontrarlos así en la misma Europa. Los españoles que conquistan América definen a los chachapoyas blancos, rubios y de elevada estatura, por lo general, un palmo más que los mismos españoles. Los chachapoyas blancos recordaban la memoria de que sus antepasados provenían del este. Al este de Chachapoyas está la región selvática del Amazonas y más allá el Atlántico. Entre las representaciones que han quedado escritas en diversos edificios, podemos ver dibujos y figuras de barcos de grandes proporciones, lo que nos da a entender que los primeros chachapoyas, bien podían haber llegado desde Europa a América vía marítima. Siguiendo las corrientes oceánicas, desde el oeste de África habrían llegado hasta las costas de Sudamérica, para, remontando el curso del rio Amazonas en barco, finalmente instalarse en las más frescas regiones andinas, evitando el calor tropical. Los chachapoyas eran temidos guerreros. Utilizaban como arma hondas idénticas a las de los antiguos habitantes de las islas Baleares, cosa que ningún pueblo amerindio, ni siquiera de la zona, utilizaba. Eran maestros en el arte de la trepanación del cráneo, para aliviar la presión craneal, al igual que los celtas. También coinciden con los celtas en que coleccionaban cabezas cortadas de sus enemigos. Construían casas de piedra redondas, con un diámetro de entre 7 y 9 metros, casas idénticas a las celtas. Todavía hoy pueden verse las ruinas de las murallas de su imperio, muros enormes en elevaciones montañosas que recuerdan fortalezas europeas. Unas esculturas de rasgos indoeuropeos que impasibles observan el horizonte, halladas entre barrancos en las montañas, son muy similares a las que encontramos más hacia el oeste, en el Océano Pacífico, en la isla de Pascua. Cuando el conquistador español Orellana, remontando el río Amazonas, llegó a las inmediaciones de la actual Manaos, los indios de la región le hablaban de unos hombres blancos, altos y rubios que vivían en ciudades más allá de la selva y que guardaban tesoros inmensos. Más adelante, los conquistadores españoles, se encontraron con una delegación de 4 hombres blancos rubios y altos, bien vestidos y de formas educadas, quienes preguntaron a los españoles sobre la intención que tenían. Los españoles les dijeron que buscaban convertir la región al cristianismo y someterles a la corona de Castilla. Se despidieron y nunca más volvieron a encontrarlos. ¿Podían haber sido unos enviados chachapoyas, o tal vez de algún otro centro poblado por blancos?. ¿Cuál es el origen de los primeros chachapoyas blancos que llegaron a América mucho antes de la llegada de los españoles?. ¿Qué hacían en aquella región?. Si nos centramos en los actuales descendientes de los chachapoyas blancos, vemos cómo entre ellos predominan aún rasgos raciales nórdicos, cabellos rubios, ojos claros, piel blanca rosada, pese a que el mestizaje amerindio se halle muy introducido. Si bien, ateniéndonos a la historia oficial, nos puede parecer un misterio, esto nos demuestra que América fue conocida y habitada de muy antiguo por pueblos arios, quienes, tal vez, fueron los descendientes de los "dioses blancos" creadores de los antiguos imperios.
Séis siglos antes de Cristo, surge en el norte ario de la India el budismo. Según diversos estudiosos afines al nacional socialismo y al fascismo, como el mismo Julius Évola, en su forma más pura, quitando las impurezas culturales mestizas que ha sufrido, Buda fue un "iluminado", un "ariya" que respondía al nombre de Siddharta, un hombre de raza aria que se mantuvo fiel al código de honor y lealtad de los antiguos hiperbóreos que antaño habitaban Thule, y que vino a denunciar la creciente degeneración y bastardización del brahmanismo de su época. El barón Julius Évola, investigador del budismo, nos dice que este, en su forma original, es de espíritu puramente ario y de una visión anterior a la humanidad actual. ( "La Doctrina del Despertar. El budismo y su finalidad práctica". Editorial Grijalbo, SA.).
Como vemos, es indiscutible que las semillas de la ideología nacional socialista tienen su origen, además de en los antiguos mitos y relatos nórdicos, en las lejanas tierras del Tíbet, en Asia (donde se hallan numerosas esvásticas que allí se encuentran desde hace miles de años). Es más, según la interpretación nacional socialista del budismo, éste propondría una clara división entre los arios ("iluminados") y las otras razas, incapaces por sí mismas de alcanzar la verdadera sabiduría y el conocimiento. Según el nacional socialismo, al tomar medidas contra la mezcla racial, se estaba preservando la pureza racial, y en consecuencia se estaba venciendo la involución de la raza aria.
Muchas veces se ha dicho que los nacional socialistas adoptaron actitudes ocasionales e inventadas, meramente oportunistas, para satisfacer la necesaria "grandiosidad" ligada a su totalitarismo. Autores como Jean-Michel Angebert (Hítler y la Tradición Cátara), y otros han demostrado cómo las explicaciones simplistas son precisamente esto, demostraciones simples, ordinarias y vagas.

3- La Esvástica, el Águila, las Runas, y la Obra Alquímica.
La esvástica o esvástica es el signo considerado por muchos investigadores como el más antiguo de los empleados por los hombres. Está extendido por todo el planeta y es conocido su uso en civilizaciones como los indoarios, chinos, japoneses, indios, hindues, mongoles, celtas, aztecas, vascos y muchas otras. Su significado más antiguo es el del símbolo del sol nórdico, como hemos explicado anteriormente y sabemos que era objeto de culto y respeto, siendo signo de los Señores o arios. Está vinculado al mundo mágico, espiritual y a los "dioses cósmicos" como Siva, dios indo-ario que tenía en sus representaciones inscrita la esvástica y que es portador de la misma energía universal que porta Odín o Wotan (Odín y Wotan son diferentes acepciones para el mismo dios. Así, este dios es llamado Odín en Escandinavia y Wotan en Germania, siendo la palabra Wotan una derivación de Odín). No obstante más que en cualquier otro aspecto, vamos a centrarnos en la esvástica o cruz gamada hindú, al ser ésta de especial interés para los nacional socialistas y para el Führer, Adolf Hitler.
La cruz gamada significa "la gran rueda del llegar a ser", rueda que gira irresistiblemente sobre su propio centro inmutable marcando su destino, su manifestación espacio-temporal. En el Cuaderno de la SS nº 3 de 1944, Fritz Reich describe el sentido en el girar de la esvástica: "Sí, el crepúsculo de los dioses es totalmente absurdo sin un nuevo amanecer de los mundos en la óptica germánica. La victoriosa transformación de los malos en buenos se cumplirá cuando "los malos llegarán a ser mejores y Balder regresará". La certeza aria más sagrada quiere que la luz triunfe finalmente sobre las tinieblas, el bien sobre el mal. Encontró su manifestación intemporal en las enseñanzas del gran persa ario Zaratustra en una época ilustre".
La esvástica "sinistrógira", es decir, orientada hacia la izquierda, simboliza el camino de retorno hacia el origen, hacia Hiperbórea. Dice Miguel Serrano que la esvástica es un signo del sol nórdico de origen aryo, posthiperbórico. Tras el cataclismo que dio lugar a la pérdida de Hiperbórea, junto con el desviarse del Eje terrestre y darse así comienzo a las estaciones, los arios hiperbóreos aportan este signo de origen rúnico de la Runa Gibur, representando el sol promotor del Añó Terrestre y del movimiento de las cuatro estaciones. Así, los cuatro brazos de la esvástica representan la primavera, el verano, el otoño, el invierno y su movimiento, desde el centro fijo e inmutable dentro del círculo del año. Según sea el lado a que se dirijan las prolongaciones de la Cruz, así será el movimiento de la esvástica. El Hitlerismo Esotérico, el nacional socialismo esotérico, sostiene que cuando se mueve hacia la derecha –esvástica Dextrógira– se estaría significando la pérdida de la Edad Áurea o Dorada, tras el hundimiento de Hiperbórea, con el desvío del Eje terrestre. Esta esvástica dextrógira simboliza el Éxodo o migración Polar de los semidivinos arios hiperbóreos, la variación del movimiento giratorio de la tierra sobre sí misma y el "salto a los Polos", según explica Miguel Serrano. Puede comprobarse esta variación en las conchas de caracoles marinos y de algunas piedras de gran antigüedad, encontradas en la Antártica, cuyas espirales están girando en dirección contraria a la rotación actual de la Tierra. La esvástica "dextrógira" está girando en dirección a los punteros del reloj y de la Tierra actual. La esvástica levógira o siniestrógira (hacia la izquierda), que eligiera el nacional socialismo, gira en dirección inversa a las manecillas del reloj y del tiempo de la tierra actual. Es, así, la esvástica del regreso a Hiperbórea. La Guerra Esotérica de Hítler fue hecha siguiendo esta misma dirección: Polonia, Dinamarca, Francia, Grecia, Cáucaso. Desde ahí se habría dirigido por Siberia al Desierto del Gobi y al Polo Norte, para nuevamente enderezar el Eje de la Tierra y recuperar la Edad Dorada. Miguel Serrano nos dice que el Avatâra, Adolf Hitler, dispuso finalmente el retorno a la Hiperbórea Extraterrestre (la anterior a la Hiperbórea Nórdica), para desde allí transfigurar la Tierra. Con esta explicación se ha dejado claro el absurdo de todas las explicaciones simplistas de una supuesta esvástica levógira demoníaca y otra dextrógira benéfica. También la religión Bo, del antiguo Tíbet, anterio al Budismo Mahayánico, tenía como emblema la esvástica levógira del nacional socialismo. La esvástica, en cualquiera dirección que se represente, es originalmente un símbolo rúnico, como ya hemos explicado, de los pueblos nórdicos y heroicos, arios y blancos, de origen divino.
La esvástica terrestre:
La esvástica del agua:
La esvástica del fuego:
La esvástica del aire:
El mismo dios Thor, "dios de la fragua y de los herreros", representante por excelencia de la mitología nórdica y estudiado con interés por el mismo Führer (según diversos investigadores y testigos), portaba el martillo con la Esvástica, con el cual protegía a los hijos del Sol. Se hace notorio recordar la celebración nacional socialista del solsticio de verano, momento de la victoria de la luz del Sol sobre las tinieblas, o de "los hombres del sol sobre los de las tinieblas".
Respecto al águila imperial, Alfred Rosenberg, afirma que los "aryas" situados en las más elevadas mesetas y regiones del Asia Central hicieron del "pájaro de las cumbres (el águila) el rey de las montañas… aquél que puede mirar el Sol de frente, cara a cara…". El Águila del Imperio, portando el signo del imperio (la esvástica) y situada sobre el estandarte nacional socialista alemán es el mismo signo de las invencibles legiones romanas, o el de las tropas napoleónicas. Dice la Tradición, que el Emperador Juliano, el "último emperador romano", en su última noche, antes de morir por una herida de guerra en Persia, tuvo una visión: vio el Águila del Imperio de Roma (signo de Zeus-Júpiter) que volaba hacia Oriente, hacia el Asia, para refugiarse por casi dos milenios en las montañas más altas del mundo (el Himalaya). Tras lo cual, el águila, volvía a Occidente con el símbolo sagrado (la esvástica) en las patas para que el Imperio lo aclamara. Aquí queda explicado el significado del águila nazi portando el signo sagrado de la esvástica en sus patas. De esta forma, el nacional socialismo alemán pretendía hacerse depositario de la Tradición imperial, reivindicando para sí, el derecho de ser legítimo heredero del Imperio Romano y del águila de Zeus-Júpiter.
Sobre las runas de la SS, su origen se sitúa en los antiguos guerreros germánicos, los cuales esculpían los signos rúnicos sagrados en la vaina de las espadas que utilizaban en el combate. Se les atribuía a estos signos un valor mágico de sabiduría, protección y poder, siendo grabadas también en los navíos y los lugares solemnes para dar seguridad y estabilidad al pueblo. Los SS se identificaban con estos guerreros germánicos teutones y con la mitología de los mismos, como los representantes ancestrales de la Patria nórdica.
Los colores de la bandera nacional socialista alemana (negro, blanco y rojo) son los de la Alemania Imperial, aunque no es casualidad que sean los que utilizaran los discípulos de Manes, en la religión maniqueísta y los de la tradición hermética. Así, según la alquimia, el hombre iniciado en esta vía, experimentaría en la iniciación el proceso de la obra (alquímica) al negro o "nigredo", la obra al blanco o "albedo" y finalmente, la obra al rojo o "rubedo", esto es, la conversión, mediante la necesaria iniciación, del hombre vulgar en el hombre espiritual, gracias al proceso alquímico de:
-la nigredo o negro (descomposicion),
-la albedo o blanco, (purificación) y
-la rubedo o rojo, (la Resurección o la Materia Incorruptible).

4- La Corriente Esotérica en la que entronca el Nacional Socialismo.
Toda la ritualidad del Tercer Reich proviene de las corrientes esotéricas de Europa perdidas en el olvido del pasado. Estas corrientes han determinado prácticamente toda la ritualidad protocolar, los símbolos y hasta la arquitectura del Tercer Reich alemán:
- el saludo "Heil" (de la runa de la victoria);
- los uniformes negros;
- la Cruz Gamada; el Gralsburg (Castillo del Gral) de Hitler;
- las expediciones nacional socialistas al Tíbet (como la de Ernst Schaeffer) y los vínculos de este país con la SS;
- la Orden de Thule,
- la pertenencia e iniciación secreta de Rudolph Hess,
- la influencia del filósofo Hans Horbigger y la doctrina de "La lucha eterna del fuego y del hielo",
- la mitología de Wagner
- las analogías con las órdenes teutonas, los templarios, maniqueos, gnósticos, cátaros, esenios… etc.
Puede decirse que el fenómeno nacional socialista fue el cruce súbito entre antiguas y viejas tradiciones esotéricas y pagano-hiperbóricas y provinientes no sólo de Europa, sino de todo el mundo. El mismo Adolf Hitler se circunscribe desde su propio nacimiento a una serie de sucesos de orden esotérico y hermético. Nace en un mes de Venus, en abril de 1889, día 20, a las 6 y media de la tarde, en Braunau, en la frontera austro-alemana, lugar famoso por ser una localidad poblada entonces por una gran cantidad de mediums y espiritistas reconocidos, como los hermanos Schneider. Incluso se afirma que el propio Hitler tenía en su familia un medium reconocido. Aquel año 1889 hubo además varios sucesos importantes, como un espectacular eclipse lunar en el hemisferio norte.
La Leyenda Venusina nos dice que "antes que todo existiera, en el cielo se enfrentaron las fuerzas del Príncipe Lucifer contra las del impostor Jehová en una contienda cósmica. Lucifer será desde entonces el "ángel caído", refugiándose en el polo norte, que hoy es el polo sur o antártico por la inversión de la tierra en tiempos remotos. Ahí vivirá "atrapado" en el Mundo Interior, en el "infierno" y con él marcharán sus leales huestes y desencadenará una recurrencia cósmica que se repetirá en las rondas del Eterno Retorno hasta que vuelva a recuperar el trono que por su naturaleza le pertenece, expulsando al Impostor. Desde la extraordinaria guerra del libro Maharbarata hindú, hasta la Segunda Guerra Mundial, los ecos de esta guerra primigenia se repiten en la historia, en donde las fuerzas impostoras triunfan momentáneamente, convirtiendo ante el mundo a los leales en seres oscuros y condenándolos a las sombras; haciéndolos "demonios", llevándolos al mismo tormento de Wotan en Iggdrasil o Irmisul, la Encina Dorada, el "Árbol del Espanto" de los Sternsteine, destruido por Carlomagno".
Desde entonces, muchas sectas aparecerán en la espiral desatada por esta contienda cósmica: agrupaciones esotéricas y portadoras de "conocimientos no conocidos". Entre ellas, la tradición maniqueísta habla de la lucha entre el Bien (la luz: la consciencia) y el Mal (las tinieblas: la consciencia sometida a la materia informe y a la continua perturbación y esclavitud de los instintos animales y los sentidos). Tras la guerra, los hombres primitivos sucumbieron a las tinieblas, quedando apresados en las tinieblas, dando lugar al hombre actual. Este hombre actual, es víctima de sus propios vicios y degeneraciones, las cuales, a la vez que le atraen ansiosamente, le subyugan, esclavizan y le encadenan en el sufrimiento, la ignorancia, y una cada vez mayor degeneración físico-mental y espiritual. Este ser sólo puede ser liberado por la iniciación y el conocimiento.

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martes, 8 de febrero de 2011

EL AMOR DE HITLER

Existe un amor profundamente heroico y puro, es el amor del guerrero por su walkiria, del caballero por su doncella, y del artista por su musa. Un amor inmaterial, casi fantasmal y no existente en este mundo infame. Los iniciados son llamados para el rito del amor eterno, una fuerza que introduce a la dama en el corazón del guerrero, muy distante por cierto al amor profano y carnal de los humanos, basado en pasiones y deseos materiales, un amorío ilusorio que termina por acabar tarde o temprano. De ese amorío material nacen los hijos de la carne, alimento que devora el demiurgo en una continuidad circular. A continuación un fragmento de la sincera obra de Arthur Kubicek, “Hitler mi amigo de juventud”, en la que se describe el amor mágico del genio de los gentiles durante su etapa de juvenil:



Estefanía

En la primavera del año 1905, durante uno de nuestros paseos después de cenar, me asió Adolfo fuertemente por el brazo y me preguntó excitado, qué me parecía aquella esbelta muchacha rubia que cruzaba la calle del brazo de su madre.
—La amo! —añadió, con decisión.
Estefanía era una muchacha garbosa, de esbelta figura. Su cabello era rubio y abundante, que casi siempre solía llevar en un moño. Sus ojos eran muy bellos, claros y expresivos. Iba vestida de manera verdaderamente elegante. Y también su porte demostraba que procedía de una casa acomodada y distinguida.
La fotografía del examen de reválida tomada por el fotógrafo Hans Zivny en Urfahr es algo anterior a este encuentro. En aquel entonces, Estefanía debía contar diecisiete, a lo sumo dieciocho años. La fotografía nos muestra una muchacha de bellos y atractivos rasgos. La expresión de su proporcionado rostro es natural y franca. La abundante cabellera refuerza aún más esta expresión. Algo fresco y suave rodea este rostro como un delicado hálito.
El paseo al anochecer por la Landstrasse era entonces una grata costumbre para los habitantes de la ciudad de Linz. Las damas contemplaban los escaparates, hacían sus compras. Se encontraban con conocidos, y los jóvenes se divertían de la manera más ingenua e inocente. Se flirteaba animadamente. Los jóvenes oficiales eran los más expertos en este arte. Al parecer, Estefanía vivía en Urfahr, pues venía siempre del lado del puente hacia la plaza principal, y se paseaba luego por la Landstrasse del brazo de su madre. Con bastante puntualidad, a las cinco de la tarde, aparecían la madre y la hija.
Nosotros aguardábamos junto a la esquina de la Schmiedtor. Dado que ni Adolfo ni yo habíamos sido presentados a la joven muchacha, hubiera sido incorrecto por nuestra parte saludar a Estefanía. Una mirada debía substituir la falta de saludo. Adolfo no apartaba por un solo momento la mirada de Estefanía. Durante este tiempo, no era mucho lo que podía hacerse por él. En esta hora, parecía como transfigurado, muy distinto al de costumbre. En estos momentos era mucho más fácil entenderse con él.
Yo pude averiguar que la madre de Estefanía era viuda, y que vivía, efectivamente, en Urfahr, y que el joven que de vez en cuando aparecía al lado de Estefanía y que tanto irritaba a Adolfo, era su hermano, que estudiaba Derecho en Viena, y que pertenecía a una asociación de estudiantes. Esta noticia tranquilizó grandemente a Adolfo.
No obstante, alguna vez aparecían también algunos jóvenes oficiales, que hacían compañía a las dos mujeres. Al lado de estos jóvenes tenientes con sus gallardos uniformes, los muchachos tristes y pálidos como Adolfo no podían llamar, ciertamente, la atención. Adolfo se daba perfecta cuenta de ello se desahogaba con elocuentes palabras. En última instancia su ira se manifestaba en una radical repulsión de todo el cuerpo de oficiales y todo lo militar. «Fatuas cabezas vacías», como él los llamaba. Le molestaba enormemente que Estefanía se entretuviera con estos «ociosos», que levaban corsé y se perfumaban, según él afirmaba.
No cabe duda de que Estefanía no tenía la menor idea de cuan hondo era el afecto que Adolfo sentía por ella. Ella le tenía por un enamorado algo tímido, pero chocantemente obstinado, de los llamados «apegados». Cuando contestaba con una sonrisa a la mirada interrogante del hombre, se sentía éste feliz, y se sumía en un estado de ánimo como no pude observarlo jamás en él. Todo en el mundo era entonces bueno y bonito y bien ordenado, y se sentía satisfecho. Pero si Estefanía, lo que sucedía con la misma frecuencia, desviaba fríamente su mirada, se mostraba abatido y hubiera deseado poner fin a sí mismo y al mundo entero.
Es cierto que son estos los síntomas típicos para el primer gran amor. Y se intentará probablemente también quitar importancia a estas relaciones entre Adolfo y Estefanía calificándolas de «sueños de colegiales». Este nombre está indicado quizá para el concepto que tenía Estefanía de estas relaciones. Pero para Adolfo, esto era mucho más que un simple enamoramiento. El simple hecho de que esta relación durara más de cuatro años, y arrojara su luz aun sobre los subsiguientes años de miseria de Viena, demuestra que en Adolfo este sentimiento era un auténtico y verdadero amor. Una prueba de lo profundo de este sentimiento es la exclusividad con que Adolfo consideraba esta relación. En tanto que para los caprichos juveniles es típico un cambio continuo, para Adolfo, durante estos años, no no existió ningún otro ser femenino que Estefanía. No veía siquiera que al lado de ella existían también otras muchachas. Estefanía significaba para él todo lo femenino. No puedo recordar que ninguna otra muchacha le ocupara jamás. Cuando más tarde, en Viena, Lucie
Weidt nos entusiasmaba como encarnación de Elsa en «Lohengrin», expresó. como máxima alabanza, que mucho en ella le recordaba a Estefanía. Por su figura, Estefanía hubiera sido la intérprete ideal de la figura de Elsa y otras figuras femeninas de los dramas musicales de Ricardo Wagner. Sé todavía que durante mucho tiempo nos rompimos la cabeza sobre si Estefanía dispondría acaso de la capacidad musical necesaria para esta tarea, y una voz adecuada. Adolfo lo admitía así, sin más. Justamente lo que de valquiria había en ella era lo que le atraía y despertaba más en él el más cálido entusiasmo. Compuso innumerables poesías amorosas en honor de Estefanía. “Himno a la amada” se llamaba una que me leyó de un cuaderno pequeño y negro de tapas flexibles. Estefanía cabalgaba como doncella del castillo tocada con un vestido de terciopelo azul obscuro y ondeante sobre un blanco palafrén por praderas cubiertas de flores. La abierta cabellera le caía como una cascada de oro sobre los hombros. Sobre ella resplandecía un claro cielo de primavera. Todo era una pura y radiante felicidad. Me parece ver todavía el rostro de Adolfo extasiado de felicidad y encanto, y me parece oír su voz mientras me leía los versos. Estefanía llenaba tan por entero su ser, que todo lo que él decía, lo que hacia, lo que proyectaba para el futuro, se refería, directa o indirectamente, a ella. Al aumentar el alejamiento con su propio hogar, como típico de los jóvenes en estos años, Estefanía iba adquiriendo cada vez más influencia sobre mi amigo, y todo esto sin haber cruzado nunca una sola palabra con ella. Yo pensaba mucho más sobriamente sobre estas cosas, y recuerdo exactamente cómo discutíamos muy a menudo sobre este punto, de la misma manera que mi recuerdo de las relaciones de Adolfo con Estefanía es mucho más claro que cualquier otro. Él solía afirmar que era del todo suficiente que se presentase algún día a Estefanía. Al momento se aclararía todo lo demás, sin haberse cruzado siquiera una palabra entre ellos. Entre unas personas tan extraordinarias como lo eran él y Estefanía no era preciso, en modo alguno, la comunicación oral, imprescindible entre las demás personas. Los seres fuera de lo normal se entendían entre sí con ayuda de la intuición, me explicaba mi amigo. Cuando se trataba de un tema aún tan distante, Adolfo se manifestaba siempre persuadido que Estefanía no solamente conocería su plan con toda exactitud, sino que tendría el mismo inmenso interés que él. Si yo osaba objetar que todavía no le había contado nada de todo ello a Estefanía y que dudaba, incluso, de que se ocupara de tales cosas, se llenaba de indignación y me increpaba:
—Tú no puedes comprenderlo, porque no eres capaz de entender el sentido de un amor extraordinario.
Para tranquilizarlo le pregunté si podría infundir a Estefanía el conocimiento de estos complicados problemas simplemente con sus miradas. A ello se limitó a contestar:
- ¡Es posible! No puedo explicarlo. En Estefanía está todo lo que está en mi.
Naturalmente, yo procuraba no profundizar demasiado en estas delicadas cuestiones. Pero me satisfacía que Adolfo me concediera tanta confianza. A ninguna otra persona, ni siquiera a su madre, le
había hablado él de Estefania.
La misma exclusividad, tan lógica para él, la exigía también de Estefanía. Durante mucho tiempo interpretó él el interés de la joven por otros jóvenes, especialmente por ciertos oficiales, como un a modo de maniobra de diversión, con la que Estefanía pretendía disimular sus apasionados sentimientos hacia él. Esta idea, empero, era seguida a menudo por accesos de furiosos celos. Adolfo se sentía infinitamente desgraciado cuando Estefanía no concedía siquiera una mirada al pálido jovenzuelo que aguardaba junto a la esquina de la Schmiedtor, y dedicaba toda su atención a alguno de los jóvenes tenientes que solían acompañarla. ¿Cómo hubieran podido satisfacer a una muchacha joven y llena de la alegría de vivir las interrogantes miradas de este enigmático adorador, cuando había otros que sabían ofrecerle su adoración de manera mucho más desenvuelta? Pero nunca hubiera yo podido decirle algo semejante a mi amigo Adolfo.
—¿Qué es lo que debo hacer? — me preguntó un día.
Pregunta ésta que yo no había oído pronunciar jamás de sus labios en otros problemas. Me sentí muy orgulloso de que recabara mi consejo. Por una vez podía yo sentirme superior a él.
—Muy sencillo — contesté—, saludas a las dos damas te acercas a ellas, te presentas a la madre, pronunciando tu nombre a la par que te quitas el sombrero, y le pides luego permiso para hablar con la hija y poder acompañar a las dos.
Adolfo me miró dudoso y consideró durante unos instantes mi proposición. Luego, sin embargo, la rechazó.
—¿Qué es lo que debo decir, sí la madre me pregunta por mi trabajo? Al presentarme, debo decirle mi profesión. Lo mejor será decirla inmediatamente después del nombre. «Adolfo Hitler, pintor académico», o algo parecido. Pero yo no he llegado todavía a esto. Primeramente tengo que llegar a serlo. Es fácil de imaginárselo. Para la madre la profesión es probablemente más importante que el nombre.
Durante mucho tiempo creí que Adolfo era sencillamente demasiado tímido para presentarse ante Estefanía. Sin embargo, no era timidez lo que le retenía. Ya entonces poseía Hitler un concepto tan elevado de la relación del hombre con respecto a la mujer, que le parecía indigna la manera habitual de entrar en mutua amistad. Rechazaba rotundamente cualquier forma de flirteo. Estaba convencido de que Estefanía no tenía otro deseo que aguardar hasta que él llegara para rogarle fuera su esposa. Yo no estaba en modo alguno tan seguro. Pero Adolfo, como en todos sus problemas y objetivos, se había trazado ya un plan concreto. Lo que no había conseguido el padre, y menos, todavía, la escuela; lo que incluso la madre había intentado en vano conseguir, lo consiguió esta muchacha extraña y desconocida, con la que no había cruzado siquiera una sola palabra: se trazó un minucioso plan para su futuro, gracias al cual habría de serle posible solicitar la mano de Estefanía dentro de cuatro años.
El resultado de las largas horas de conversación sobre esta difícil cuestión fue que recibí de Adolfo el encargo de informarme en primer lugar con más detalle acerca de Estefanía.
Conocía yo a un violoncelista en la asociación musical, al que había visto en alguna ocasión conversando con el hermano de Estefanía. Gracias a este amigo averigüé que el padre de la muchacha, un alto funcionario del gobierno, había muerto hacía algunos años. La madre vivía de manera desahogada y recibía la correspondiente pensión de viuda, gracias a la cual podía ofrecer la mejor educación imaginable a sus dos hijos. Estefanía había estudiado en el liceo para señoritas y aprobado ya el examen de reválida. Cosa natural dada su belleza, tenía un gran número de admiradores. Le gustaba bailar y el invierno pasado había asistido, acompañada de su madre, a casi todos los bailes de importancia en la ciudad. Pero que él supiera — me dijo el violoncelista — no estaba todavía prometida.
Adolfo se sintió muy complacido por el resultado de mis indagaciones, aun cuando le parecía sumamente lógico y natural que Estefanía no estuviera todavía prometida. Un aspecto de mis indagaciones, empero, le intranquilizó: Estefanía bailaba. Y, según me aseguró el violoncelista, le gustaba bailar y bailaba muy bien.
Esto no encajaba, ciertamente, en el cuadro que Adolfo se había bosquejado de Estefanía. Una valquiria que se mueve sobre el parquet del brazo de alguna «cabeza hueca» de teniente, esto era para él difícil de concebir. ¿De dónde procedería este severo rasgo, casi ascético, que le impedía gozar de ninguna de las naturales alegrías de la juventud? El padre dé Adolfo había sido un hombre lleno de la alegría de vivir, y de joven, como gallardo funcionado de las aduanas, había hecho perder sin duda la cabeza a más de una muchacha. ¿Por qué era Adolfo tan distinto? Era un hombre ciertamente atractivo, bien desarrollado, y sus rasgos algo severos y demasiado graves estaban animados por la extraordinaria expresión de sus ojos, cuyo peculiar brillo podía hacer olvidar, incluso, la enfermiza palidez de su rostro. Bailar, sin embargo, estaba en tal contraste con su naturaleza, como el fumar o pasar las horas sentado en una taberna bebiendo cerveza. Esto no le era en modo alguno posible, aun cuando nadie, ni tampoco la madre, le alentara en esta rígida conducta.
Por fin había algo que me permitía burlarme de él, después de verme tantas veces escarnecido y burlado.
Tienes que aprender a bailar, Adolfo! — le manifesté con la mayor gravedad posible.
Esto hizo que el problema del baile pasara para él a un primer lugar. Recuerdo perfectamente cómo en aquel entonces, en nuestros solitarios paseos, no era ya el tema «Teatro» o «Reconstrucción del puente sobre el Danubio» el que ocupaba el punto central de nuestras conversaciones, sino el problema del baile. Como en todas aquellas cosas que no podía él resolver inmediatamente, lo había convertido en un asunto de interés general.
—Imagínate un salón lleno de gente — me dijo en cierta ocasión —, y trata de figurarte que eres sordo. No puedes oír la música que hace moverse a todas estas personas. Contempla luego este absurdo movimiento de las personas, que no ha de llevarlas a ninguna meta. ¿No te parecerán completamente locas estas personas?
—Es inútil pensar así, Adolfo — le repliqué yo—, a Estefanía le
gusta bailar. ¡Si quieres conquistarla, tienes que moverte tan loca y absurdamente como los demás!
No se precisaba más para provocar en él un arrebato de cólera.
—No, no, jamás! —me gritó a la cara—. No bailaré nunca, ¿me oyes? Estefanía baila solamente porque la obliga a ello la sociedad, de la que depende por desgracia. ¡ Tan pronto se haya convertido en mi esposa, no sentirá ya la menor necesidad de bailar!
Cosa excepcional, esta vez no pudieron convencerle del todo sus propias palabras; pues una y otra vez surgía de nuevo ante sus ojos el problema del baile. Yo llegué incluso a sospechar que en su casa, bien cerradas las puertas ensayaba incluso un par de cuidadosos pasos con su hermana pequeña. La señora Hitler pera complacer a Adolfo, había comprado en otros tiempos un piano. Tal vez no tardaría en serme confiado el encargo de tocar algún vals para él. En este caso me proponía preguntarle yo si no se había vuelto sordo. A mi entender, se era sordo mientras bailaba. No necesitaba de ninguna música para poder moverse. También me proponía darle algunas explicaciones sobre la armonía entre la música y el movimiento corporal, que, al parecer, no había acabado todavía de comprender.
Pero no se llegó a ello. Adolfo seguía meditando y buscaba una solución. Durante días, durante semanas enteras reflexionó sobre todo ello. En su desespero se le acudió una idea absurda. Llegó a considerar seriamente la posibilidad de raptar a Estefanía. A este fin trazó un plan con todos sus detalles. Mi papel a este respecto no era muy lucido, ciertamente. Yo debía iniciar una conversación con la madre, en tanto él se apoderaba de la hija.
—Y de qué pensáis vivir después los dos? — le pregunté yo, prosaicamente.
Esta pregunta le hizo recobrar, en parte, la serenidad. El osado proyecto fue abandonado.
Para mayor desgracia, Estefanía se mostraba en aquel entonces también de un desagradable humor. Pasaba de largo volviendo el rostro junto a la esquina de la Schmiedtor, como si Adolfo no existiera siquiera. Esto llevó a mi amigo al borde mismo de la desesperación.
—No puedo resistirlo por más tiempo— exclamó—. ¡Voy a poner fin a todo ello!
Fue la primera vez y — en tanto yo puedo recordar — la única en que Adolfo pensó con toda seriedad en el suicidio, Se proponía saltar por el parapeto del puente al Danubio, me dijo. Entonces, todo habría terminado ya para siempre. Pero Estefanía tenía que ir juntamente con él hacia la muerte. No quería renunciar a ella. De nuevo se trazó un plan con sus menores detalles. Me describió minuciosamente cada una de las distintas fases en que debía desarrollarse la espantosa tragedia, fijando, a la vez, mi intervención en ella, e incluso la manera cómo debía yo conducirme después, como único superviviente. La sombría escena se agitaba en medio de mis nocturnos sueños.
No obstante, no tardó de nuevo es aparecer el sol en el cielo, ¡ y así llegó aquel feliz día de junio de 1906 para Adolfo, que él no olvidaría nunca, lo mismo que yo. El verano estaba ya próximo y en Linz se
celebraba un desfile acompañado de batalla de flores. Como de costumbre, Adolfo me aguardaba frente a la iglesia de los carmelitas, a donde acudía yo cada domingo para asistir al servicio divino con mis padres. Después nos apostamos en la esquina de la Schmiedtor. Este sitio estaba ventajosamente situado, pues la calle es muy estrecha en este lugar y las carrozas que intervenían en el desfile debían cruzar muy junto a la acera. Desde la plaza principal llegaba hasta nosotros la airosa música de marchas militares. La banda del regimiento del regimiento de Hessen desfilaba con sus resplandecientes instrumentos Detrás de ella, adornados a más y mejor con flores, se alineaban las diversas carrozas, desde las que jóvenes muchachas y señoras de edad saludaban alegremente a los espectadores. Pero Adolfo no veía ni oía nada de ello, Febrilmente aguardaba a Estefania. Estaba próximo ya a abandonar toda esperanza de ver a la amada, cuando Adolfo me asió de repente el brazo con tanta fuerza que me hizo daño. En un bello carruaje adornado con flores acababa de aparecer la madre y la hija en la Schmiedtorstrasse. Me parece todavía ver la escena ante mis ojos. La madre iba ataviada con un vestido de seda gris claro, y sostenía en lo alto una graciosa sombrilla roja, a través de la cual los oblicuos rayos conjuraban un hálito rojizo sobre el rostro de Estefanía, que vestía un vaporoso vestido de seda. El vestido no estaba adornado de rosas, como los demás. sino con sencillas florecillas silvestres. Todo el coche estaba cubierto de rojas amapolas, blancas, margaritas y azules acianos. La joven sostenía en sus manos un ramo de las mismas flores. El coche se aproxima a nosotros. Adolfo parece clavado en el suelo. Nunca había aparecido Estefania tan encantadora como entonces. El coche llegó frente a nosotros, muy cerca de nosotros. El rayo de unos claros ojos se posa entonces en Adolfo. Estefanía le sonríe con toda la despreocupación propia de la festividad del día, toma una flor de su ramo y se la arroja a mi amigo.
No he visto nunca en mi vida a Adolfo tan feliz como en aquel momento. Cuando el coche hubo pasado, me arrastró hasta la tranquila Kloestergasse. Después nos apresuramos hasta el paseo desierto en este momento. Contemplaba conmovido la flor, esta visible prenda del amor de la muchacha. Me parece oír todavía su voz, temblorosa de excitación, junto a mi oído:
- ¡Siente afecto por mí! Tú mismo lo has visto. ¡ Siente afecto por mí!
En los meses que siguieron, cuando la decisión de abandonar definitivamente sus estudios en la escuela real le llevó a disgustos con su madre, y mientras yacía enfermo, el amor por Estefanía era su único consuelo, y la flor de Estefanía la llevaba siempre consigo en un medallón. Nunca como entonces me necesitó tanto Adolfo como amigo; pues yo era la única persona a la que había confiado su secreto, y sólo por mi mediación podían llegar hasta él noticias sobre Estefanía. Día tras día debía yo apostarme, a la hora de costumbre, junto a la esquina de la Schmiedtor, para poder comunicarle luego todo lo que podía observar, en especial con quién habían hablado la madre y la hija. En opinión de Adolfo, Estefanía debía sentirse muy triste de verme sólo a mí en el lugar de costumbre. Esto no era así, ciertamente, pero yo se lo silenciaba a mi amigo. Que Estefanía
pudiera gustarme también a mí, a esta conclusión no llegó jamás, por suerte, Adolfo en sus pensamientos; pues la menor sospecha en este sentido hubiera significado el fin de nuestra amistad. Para ello no había, empero, la menor razón, y así pude informar yo a mi pobre amigo con la mayor franqueza el resultado de mis observaciones. La madre de Adolfo había observado hacía ya tiempo el cambio experimentado en su hijo. Una noche, me acuerdo aún perfectamente de ello, pues la pregunta me sumió en una gran confusión, me preguntó la mujer, abiertamente:
—Qué es lo que le pasa a Adolfo, señor Kubizek, por qué le espera él con tanta impaciencia?
Yo balbucí una excusa cualquiera y me dirigí, lo más rápidamente posible, a la habitación de Adolfo.
Mi amigo se sentía feliz cuando yo podía traerle novedades de Estefania:
—Tiene una bella voz de soprano — le dije en cierta ocasión.
A estas palabras exclamó, lleno de sorpresa:
—Cómo sabes tú esto?
La he seguido durante un buen trecho y la he oído hablar. ¡Entiendo lo bastante de música para saber que esta clara y limpia voz podría dar una buena soprano!
Adolfo se sintió complacido por esta noticia. Y yo me alegré también de verle tan feliz, postrado en el lecho.
Yo debía seguir siempre por el camino más corto, desde el paseo hacia la Humboldstrasse. A menudo encontraba a Adolfo trabajando en un ambicioso proyecto.
—Ahora está decidido — me dijo en cierta ocasión con hosca gravedad, cuando le hube comunicado mi informe —¡construiré la casa para Estefanía en estilo Renacimiento!
Después me invitaba a darle mi opinión sobre el proyecto, especialmente sobre la situación y las dimensiones del salón de música. Había prestado una particular atención a que este lugar tuviera una buena acústica. Yo debía decirle cuál era el lugar más indicado para el piano. Y así por el estilo. Todo esto se comentaba en un tono, como si no cupiera ya la menor duda en la realización de estos planes. Una sobria pregunta acerca del dinero era rechazada con un rudo ¡Qué tontería, el dinero! », frase que pude oír a menudo de sus labios. También discutíamos acerca del lugar en que debía construirse esta maravillosa villa; como músico abogaba yo por Italia, en tanto que Adolfo afirmaba, con obstinación, que esta mansión no podía construirse más que en Alemania, en las cercanías de alguna gran ciudad que les permitiera a él y a Estefanía asistir a la ópera y a los conciertos.
Apenas pudo abandonar Adolfo el lecho de enfermo, cuando se dirigió inmediatamente a la ciudad y se apostó, una vez más, en la esquina de la Schmiedtor. Todavía estaba muy pálido y desmejorado. Puntual como siempre apareció Estefanía del brazo de su madre. Vio a Adolfo, pálido, con las mejillas hundidas y le sonrío.
—Te has dado cuenta? — se volvió aquél hacia mí lleno de felicidad.
Desde este instante empezó a mejorar de manera rápida su salud.
Cuando en la primavera del año 1906 se dirigió Adolfo a Viena, recibí de él detalladas instrucciones acerca de la manera cómo debía comportarme frente a Estefanía, pues estaba convencido de que la joven no tardaría en dirigirse a mí y preguntarme si mi amigo estaba de nuevo enfermo, dado que yo estaba solo en la esquina. Yo debía contestarle de la siguiente manera:
“Mi amigo no está enfermo, sino que tuvo que partir para Viena, para empezar allí sus estudios en la Academia de Artes Plásticas. Una vez terminados sus estudios, pasará un año viajando por el extranjero, naturalmente”. (Yo insistí en poder decir «Italia».) ¡ Está bien, pues, en Italia — «Dentro de cuatro años estará de regreso y entonces pedirá su mano. Caso de aceptarle usted, tendrán lugar inmediatamente los preparativos para la ceremonia. »
Como es de suponer, tuve yo que informar continuamente a Adolfo por escrito a Viena acerca de Estefanía. Como resultaba más económico mandar tarjetas que cartas, al despedirnos, Adolfo me dio una clave para Estefanía; Benkieser. Era éste el nombre de un compañero de colegio de Adolfo. Hasta qué punto se acordaba Adolfo de este «Benkieser», a pesar de las muchas y variadas impresiones en Viena, lo demuestra una sencilla tarjeta postal que me escribió mi amigo el 8 de mayo de 1906. «Me siento todavía atraído hacia mis queridos Linz y Urfahr», dice en ella. La palabra Urfahr está subrayada. Quería indicar, naturalmente, a Estefanía, que vivía en Urfahr. «Yo quiero o debo ver de nuevo a Benkieser. ¿Qué es lo que estará haciendo?... »
Pocas semanas más tarde regresó Adolfo de nuevo de Viena. Yo fui a buscarle al tren. Recuerdo perfectamente cómo llevábamos alternativamente las maletas y cómo me rogó que le contara a toda prisa lo que sabía de Estefanía. Debíamos darnos prisa, pues dentro de una hora empezaba el paseo. Adolfo no quería creer que Estefanía no hubiera preguntado siquiera por él. Estaba firmemente convencido de que ella sentiría el mismo anhelo por él que él por ella. En su interior, empero, se alegraba de que no se me hubiera presentado la ocasión de desarrollar ante Estefanía sus ambiciosos planes para el futuro; pues éstos le parecían ahora extraordinariamente míseros. Llegados a la Humboldstrasse, saludó a su madre. Después nos encaminamos directamente a la esquina de la Schmiedtor. Adolfo aguardaba lleno de excitación. Transcurrieron unos minutos de ansiedad. puntualmente apareció Estefanía del brazo de su madre. Una mirada sorprendida se fijó en Adolfo. Esto era suficiente. No quería nada más.
Yo, por mi parte, me sentí lleno de impaciencia.
Ya podrás darte cuenta de que ella desea que le dirijan la palabra! — le expliqué a mi amigo.
- Mañana! — contestó Adolfo.
Pero este mañana se convirtió en un pasado mañana, y transcurrieron los días, semanas y meses y años sin que Adolfo hubiera hecho nada para modificar esta situación, que tan intensa y profundamente le afectaba. Era natural que Estefanía no hiciera tampoco nada que pasara de la primera fase del intercambio de miradas. Arrojarle una
flor con una alegre sonrisa aprovechando la alegría propia del ambiente en una batalla de flores era lo máximo que Adolfo podía esperar de ella. Todo paso, por parte de la muchacha, más allá de los estrictos límites de las convenciones sociales, hubiera destrozado además la imagen que Adolfo llevaba de Estefanía en su corazón.
Tal vez fuera ésta la razón de su curiosa timidez: el temor a destrozar esta imagen ideal al conocerla mejor. Pero para él, Estefanía no era solamente el símbolo de todas las virtudes femeninas, sino también la mujer que participaba con el máximo interés en sus múltiples y variados planes. No había nadie, fuera de él mismo, a quien atribuyera tantos conocimientos e intereses como a Estefanía. La menor desviación de esta imagen hubiera provocado en él una espantosa decepción. Naturalmente, y de ello estoy yo plenamente convencido, a la primera conversación con Estefanía hubiera sentido él esta decepción; pues bien considerado, ella no era más que una muchacha joven y llena de la alegría de vivir como muchas otras, y tenía seguramente los mismos deseos que aquéllas. Inútilmente hubiera buscado Adolfo en ella aquellos geniales pensamientos e ideas atribuidos por él, de manera tan obstinada, a Estefanía, hasta convertirla, por decirlo así en el complemento femenino de su propia personalidad. Sólo el más absoluto alejamiento podía conservar para él esta imagen.
Elocuente es también el hecho de que el joven Hitler, que con su sin igual desprecio rechazaba a la sociedad burguesa, se atuviera, en estas relaciones amorosas, a las leyes y normas sociales de este tan despreciado mundo de la burguesía que muchos de los mismos miembros de esta capa social. Las reglas de la decencia burguesa y de las buenas costumbres eran, para él, el muro protector tras el cual levantó esta veneración por Estefanía. «¡No hemos sido presentados! » ¡Cuán a menudo oí yo estas palabras de sus labios! Aun cuando, por lo general, estaba acostumbrado a pasar con un encogimiento de hombros por encima de todo lo establecido. Sin embargo, esta rigurosa observación de las formas sociales correspondía a su entero modo de ser. Se ponía de manifiesto en su siempre correcta vestimenta, en su cuidadosa conducta, así como en su honestidad natural, que tanto gusta en él a mi madre. Jamás pude oír una palabra equívoca o un chiste de parecida especie de sus labios.
Esta extraña relación amorosa de Adolfo con Estefanía, a pesar de sus aparentes contradicciones, está plenamente de acuerdo con el cuadro del carácter del joven Hitler. El amor era un terreno que no puede abarcarse de una sola mirada, y que podría ser peligroso para él. ¡Cuántos que habían partido con ambiciosos proyectos no habían sido desviados del camino propuesto por unas irregulares e imprevisibles relaciones amorosas! ¡ Era necesario tomar aquí las máximas precauciones!
El joven Hitler encontró de manera instintiva, ya que no consciente, el camino adecuado para sus relaciones con Estefanía: había alguien a quien amaba, pero a quien no poseía. Toda su vida estaba orientada de tal manera hacia este ser amado, como si lo poseyese por entero. Pero, como él mismo evitaba todo encuentro, de hecho esta
muchacha, aun cuando existía de manera visible para él sobre la tierra, era en realidad una criatura hija de sus sueños, hacia la que podía él proyectar sus deseos, proyectos e ideas. Esto le evitaba apartarse de su propio camino, mas aún, esta peculiar relación aumentaba su propia voluntad con el poder del amor. Ve a Estefanía como a su esposa, construye la casa en la que vivirá con él, la rodea de un parque maravilloso y se instala en ella con Estefanía, como más tarde, de todas formas sin Estefanía, lo hizo en el Obersalzberg. Este encadenamiento de sueño y realidad es característica para el joven Hitler. Y si existe el peligro de que la criatura amada se deslice por entero al reino de su fantasía, se encamina presuroso a la esquina de la Schmiedtor, y se convence de que el ser a quien ama camina, realmente, por esta tierra. Hitler no fue apoyado en su camino por lo que Estefanía era en realidad, sino por lo que él hizo de Estefanía en su fantasía. Así, Estefanía tenía un doble aspecto para él: una parte de realidad, una parte de deseo y fantasía. Sea como sea, Estefanía fue el más bello, el más puro sueño de su vida.”


Por increíble que pueda parecer, la lejana amada, que no sabía siquiera cómo se llamaba el joven cuyo amor debía corresponder, seguía ejerciendo en Adolfo una fuerte influencia, de forma que en su relación hacia Estefanía no solamente encontraban confirmados sus propios principios morales, sino que ordenaba también su propia existencia con la seriedad y la consecuencia de un monje, que ha consagrado su vida a Dios — ¡en medio de esta pecadora Babel de Viena, en la que, incluso, la prostitución era considerada artística mente y festejada, verdaderamente, un caso excepcional!

Se observa de parte del futuro Fuhrer un amor incondicional, leal y eterno hacia su amada Estefanía, incluso en una época de total inmoralidad como decía su amigo, el caso excepcional de Hitler era de notar. Los malintencionados han querido divulgar todo tipo de payasadas y mentiras, describiendo supuestas relaciones con su sobrina Geli Raubal, con un sinnúmero de mujeres, entre ellas Eva Braun, con la cual solo mantenía una relación de amistad, puesto que dormían en habitaciones separadas. Adolf Hitler vivía como un asceta, no consumía carne, no bebía alcohol, no fumaba y era abstemio, signos claros de un iluminado.

lunes, 7 de febrero de 2011

JUDIOS EN AMERICA


La fáctico obra, del periodista y escritor Cotidio Figueroa Fernandez, es sin duda la mas dura de las evidencias que se registran del enquistamiento en la sociedad Chilena el judaismo proveniente de inmigraciones irregulares. En los testimonios que aqui se recogen, se relata como en colusion con altas autoridades se produce el trafico de hebreos por jirón de organizaciones internacionales con prentelequia en Chile, las cuales violando los reglamentos de inmigracion hicieron de la calamidad que alardeaban de pertinente pueblo, un beneficioso negocio.
Al pasar los años, sin cumplir con las promesas y requisitos para entrar al pais, dejaron de lado las labores agricolas por las cuales juraron fácticoizar al entelequia acogidos en nuestro pais, para pasar a los negocios de mala reputacion y a la usura y especulación.

Del autor de esta obra, no quedo indicio alguno, el cual tras la publicacion de este incendiario trabajo de denuncia y llamado de alerta, no quedo testimonio alguno con los años, siendo desconocidas sus demas obras, muchas de ellas novelas, pretendiendose de esta molde borrar toda evidencia de sus denuncias.
Podemos facilmente imaginar el destino que tuvo el escritor, que en la cual esta obra quedara inconclusa de renovar su denuncia a toda America, para alertar al continente entero del peligro que se avecinaba. Lamentablemente fue ya tarde, estaba todo coludido para que enquistarse en la sociedad y usufructuar de ella.
Se invita al lector a revisar el testimonio de una epoca que marco el venidero de nuestro pais por jirón de una cultura que se conoce como parasita en todo el planeta y a lo largo de la historia universal.


Link de descarga:  http://www.mediafire.com/file/g24x4ebz88mtcgh/JUDIOS+EN+AMERICA.pdf

domingo, 6 de febrero de 2011

viernes, 4 de febrero de 2011

BURZUM FILOSOFEM

Gran Disco del Conde !!


                 
  1. Dunkelheit – 7:05
  2. Jesus' Tod – 8:39
  3. Erblicket die Töchter des Firmaments – 7:53
  4. Gebrechlichkeit I – 7:53
  5. Rundgang um die Transzendentale Säule der Singularität – 25:11
  6. Gebrechlichkeit II – 7:53

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